“Ribera del Duero es uno de los casos de éxito más destacados del mundo del vino”, según el Master of Wine británico Tim Atkin.
Y es que, durante cuatro décadas, la Denominación de Origen Ribera del Duero ha crecido progresivamente y sin pausa hasta convertirse en una de las denominaciones de origen con más repercusión y potencial del país, así como valorada internacionalmente.
Según los últimos datos de Nielsen, su cuota de mercado de vinos en España es del 10,4% en volumen y el 16,8% en valor, y exporta cerca del 18% de su producción a más de cien países.

21 de julio de 1982, una fecha para recordar
Fue cuando se creó el Consejo Regulador oficial y se firmó el acta fundacional de la Denominación de Origen. La estación de Metro del Retiro de Madrid fue testigo del comienzo de un nuevo capítulo para añadir a la historia de una zona de gran tradición vitivinícola desde tiempos inmemoriales.
El proyecto lo arrancaron una decena de cooperativas y bodegas y, en la actualidad, ya forman parte de la Denominación de Origen un total de 307 bodegas y 9.000 viticultores. Por aquel entonces, la familia de Íñigo ya estaba involucrada en la DO, pues fue uno de los cooperativistas de Protos.
Virtus en la DO Ribera del Duero: el origen
De algo de lo que podemos presumir en Bodegas Virtus es que Paloma Escribano es la responsable del origen del proyecto, una mujer aguerrida. Hija del General de Caballería, Mariano Escribano de la Torre, tenía la ilusión de crear una bodega en Ribera del Duero y lo logró. Se convirtió así en una de las primeras mujeres viticultoras de la Denominación de Origen.
Corría el año 1985. Ya habían pasado tres años desde el arranque de la andadura del Consejo Regulador y Paloma se puso al frente de su proyecto; en una época donde las mujeres no estaban muy presentes en la viticultura, en particular, ni en cargos de responsabilidad, en la sociedad en general. Supo rodearse de agricultores que le transmitieron todos los conocimientos y la experiencia que supo absorber y aplicar.
Comenzó entonces a cultivar viñedo, vendiendo la uva a terceros, hasta que, en 1998 decidió elaborar y comercializar sus propios vinos. Una emprendedora que llegaba para quedarse y con unas ideas más que visionarias, porque desde el principio apostó por la sostenibilidad, el respeto al entorno, la biodinámica y la investigación.
«Mi marido, que es médico y realiza importantes investigaciones de prevención del cáncer, me enseñó que todos los proyectos tienen una base científica y que teníamos que lograr un vino verdaderamente bueno para la salud. En esas estamos. Hemos conseguido evitar el uso de levaduras artificiales, seleccionando las nuestras propias, las que crea la misma uva», explicó Paloma Escribano hace unos años en una entrevista a El Norte de Castilla.
Llegó a contar en su bodega con un área de fomento y divulgación de la cultura vitivinícola, para que todos los visitantes conociesen el proceso de elaboración del vino. Y con un laboratorio, donde realizar los análisis de calidad de sus vinos y diferentes líneas de investigación, algo nada común en la época. Siempre a la vanguardia y aplicando a la tradición, al trabajo del campo, toda la tecnología posible para mejorar, sin perder la identidad.
Virtus en la DO Ribera del Duero: el caballo ganador

Paloma Escribano aunaba la pasión por el vino y los caballos, heredadas de su padre. Eso se lo transmitió a sus cinco hijos desde siempre. Hasta el punto de que, años después, uno de ellos, Íñigo López de la Osa, se dedicó a la competición de salto a caballo y heredó verdaderamente ese amor por las uvas de la Ribera, tempranillo y albillo mayor.
En 2012 decidió dar un novedoso cambio de imagen y modernización al proyecto ya consolidado de su madre, para, en 2019, presentar Bodegas Virtus al mundo vitivinícola. Aquí ya terminaban de fusionarse las dos aficiones/pasiones de la familia: los equinos y los viñedos. Este legado también continúa.
En la actualidad, en Bodegas Virtus elaboramos dos líneas de vinos: Virtus y El Sueco. Virtus, para nuestro gran reserva y el muy prometedor blanco albillo mayor. Y, El Sueco, para nuestros crianzas: tinto y blanco albillo mayor, con afinamientos en barricas superiores a los 12 meses.