Siempre se dice que el diablo sabe más por viejo que por diablo y eso mismo le debe ocurrir a las cepas longevas, viejas, algunas centenarias… Como le ocurre al ser humano, la experiencia es un grado.
No es que estas cepas sean mejores que las nuevas, o no siempre, porque ya sabemos que son muchos los condicionantes que intervienen en la obtención de un gran vino (el terroir, el factor humano en la elaboración, etc.); pero sí tienen una serie de ventajas que las hacen resistir, por ejemplo, a sequías tan tremendas como las de este 2022. ¿Por qué?

¿Cuáles son esas ventajas de la viña vieja?
Llevan tantos años en el terreno que sus raíces no han dejado de crecer y profundizar en el suelo. Así logran alcanzar y beneficiarse de hasta el último reducto de agua y otros nutrientes. Esto lo consiguen a partir de los 30 años de vida, cuando se consideran ya cepas maduras. Por tanto:
- Nutrición constante
- Facilidad de hidratación
Pero también su tronco permite reservar esos nutrientes y es por eso que resisten más a las dificultades que las cepas más jóvenes.
Es cierto que, con el paso de los años, son menos productivas. Sus rendimientos son bajos, pero sus uvas son de gran calidad porque se reparten entre menos bayas todos los aportes necesarios para ser una gran uva.
Las bayas consiguen concentrar más azúcares y más polifenoles. Estos aportan el color, los taninos, además de ser compuestos antioxidantes. Así que con las bayas de estas cepas es casi seguro que se consigan vinos complejos, capaces de soportar largas crianzas.
Patrimonio de viña vieja
Cuando hablamos de cepas viejas, nos referimos a viñas de más de 60 años de edad, algunas de hasta más de cien.
Estuvieron a punto de desaparecer. Los viñedos en vaso exigen que los trabajos sean manuales y muchos viticultores abandonaron este sistema ante lo costoso del trabajo y su baja producción y rentabilidad. Unos optaron por la espaldera y otros, por otro tipo de cultivos.
Pero la vida son ciclos y la vid es una planta salvaje si no estuviera “domesticada” por el hombre. Por tanto, las cepas viejas han sido capaces de mantenerse y esperar al resurgir de sus cenizas porque cada vez son más las bodegas que han despertado su interés por estas viñas, auténticas joyas de la viticultura.
Es labor de los viticultores cuidarlas, respetarlas y tratarlas con mimo para alargar su vida. Sin duda, gracias a la profundidad de sus raíces, ahondan en la historia de la zona y expresan con mayor exactitud el terroir.
Los vinos de Virtus están elaborados con uvas de viñas muy viejas, en su inmensa mayoría, que están plantadas en municipios de la DO Ribera del Duero, precisamente conocidos por la edad de las cepas y gran calidad las uvas que ofrecen: Hontoria de Valdearados, Villálvaro o La Horra son algunos de ellos.


Juventud, divino tesoro
Entonces ¿son mejores las cepas viejas que las jóvenes? Siguiendo con el símil con el ser humano, y después de todo lo explicado, podría parecer que las viñas no sufren el complejo de Peter Pan ni buscan la fórmula de la eterna juventud.
Pero recordemos que tener cepas viejas no garantiza obtener un gran vino, ni tener viñas jóvenes es sinónimo de mala calidad. Es posible elaborar grandes vinos de viñas de menos edad y vinos mediocres con grandes viñedos.
Una viña joven comienza a dar frutos al segundo o tercer año de su plantación, pero los rendimientos no son óptimos hasta pasados 5-7 años. En Bodegas Virtus fuimos de los primeros en plantar viñedo en espaldera, hace más de 30 años.
El sistema de conducción en espaldera permite obtener una mayor producción, el equipo de campo, junto al enólogo, se encarga de optimizar los rendimientos para que la uva sea de la calidad que buscamos para crear vinos de guarda.
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viña vieja