Estamos habituados a escuchar que los vinos realizan la crianza en barrica de roble francés o americano. También existe el roble español, centroeuropeo, y hay quien está recuperando el castaño (clásico en nuestro país), por lo que en un futuro no se descarta que se apueste por otras maderas y/o materiales.
Pero no solo hay que tener en cuenta la procedencia, sino también el proceso de elaboración de las propias barricas (cuánto y cómo se han tostado, cómo se han cortado las duelas…) y las condiciones en las que se ha criado y conservado la madera (zona, altitud, clima…).

Dicho esto, hay unas características propias de la barrica de roble americano y francés que confieren a los vinos ciertos aromas y componentes tánicos:
La barrica de roble francés suele respetar más los aromas de la variedad y darnos vinos más elegantes con notas de frutos secos, avainilladas, de especias o balsámicas.
Los aromas que aporta la barrica de roble americano son más exóticos como el coco, cacao, tabaco o café. Se usa, principalmente, para crianzas más cortas, por lo que explicábamos antes de la porosidad. Favorece una más rápida oxigenación y el vino que se busca, suele estar antes.

Y a partir de aquí, son múltiples las combinaciones posibles. Hay quien deja un porcentaje del vino en roble francés y el resto en americano, hay quien combina la crianza con un tiempo en cada uno, hay quien usa barricas de gran capacidad, otros de tamaño inferior y quien utiliza barrica nueva y quien opta por usada.
La barrica de roble ayuda a pulir muchos matices como la astringencia, pero si no se hace una crianza controlada, pueden aparecer excesivos aromas a madera y perderse los varietales, o los taninos puede resultar molestos y crear sequedad en boca.
La barrica en un tipo de tonel, pero no el único. También existen los fudres y los tinos, que son diferentes entre ellos según la capacidad y formato.
En cuanto al tamaño, las barricas de roble francés van de los 220 a los 500 litros (aunque hay algunas DO que no permiten clasificar sus vinos como Crianza o Reserva si usan barricas de estas dimensiones) y las de roble americano suelen ser de 225 litros.
Tipos de Toneles
La barrica en un tipo de tonel, pero no el único. También existen los fudres y los tinos, que son diferentes entre ellos según la capacidad y formato.
En cuanto al tamaño, la barrica de roble francés van de los 220 a los 500 litros (aunque hay algunas DO que no permiten clasificar sus vinos como Crianza o Reserva si usan barricas de estas dimensiones) y las de roble americano suelen ser de 225 litros.
Pero también existen barricas de menos capacidad, usadas para algunos vinos dulces, por ejemplo. Cuanto mayor tamaño, en teoría, menos aromas de madera aportará al vino y más se conservan los aromas primarios. Por lo que muchos elaboradores optan por depósitos de madera grandes que le den volumen al vino, pero no le resten su carácter varietal.
Los fudres suelen ser cilíndricos u ovalados y los tinos son cilíndricos o con forma troncocónica. Estos pueden ir desde los mil litros de capacidad hasta los 50.000. En ambos casos, aún se cuestiona si la forma interfiere en el resultado final del vino.
En todo caso, cuanto más grande sea el tanque de madera y, por ende, mayor sea su capacidad, el aporte de aromas y sabores de la barrica al vino será inferior. Por eso, este tipo de depósitos es especialmente adecuado para la crianza de blancos. Para los blancos de Albillo Mayor de Bodegas Virtus apostamos por barricas de 300 litros para su afinamiento y tostados más ligeros.
Y no nos olvidamos de otro tipo de tonel muy representativo de nuestro país: las botas jerezanas, que acostumbran tener 500 litros de capacidad (aunque también las hay de 1.000 o de 250).
Tanto los tinos, como los fudres como las botas, pueden gozar de una larga vida si se les cuida bien. Algunos pasan por restauraciones – azuelados, sería el término correcto- pero pueden alcanzar hasta los 200 años.
Sin embargo, en el caso de las barricas, la edad se tiene muy en cuenta.
¿Cuál es la edad ideal de uso de la barrica de roble?
Depende de muchísimos factores, principalmente del cuidado de la barrica de roble cuando está vacía. En la Ribera del Duero, lo habitual es que en torno al 25 o 30% del parque de barricas se renueve cada cuatro o cinco años, pero esto varía en función de la calidad de la barrica o del vino para el que se vaya a usar.
Hay enólogos que, pasados esos años, las usan solo para ciertas labores del proceso de elaboración del vino, como el trasiego: que sirve para pasar el vino de un depósito a otro y separar los sólidos del líquido tras la fermentación alcohólica.