Virtus, a caballo entre el vino y el arte

Virtus, a caballo entre el vino y el arte

La vinculación de Bodegas Virtus con el mundo ecuestre es más que estrecha. Van de la mano, no se concibe la una sin la otra en la historia de la familia López de la Osa Escribano. 

Por eso dos caballos son la imagen de las etiquetas de sus vinos: Decarlia y Sultán de Beaufour. El último, precisamente, será quien te dé la bienvenida si visitas la bodega.

Pero todo tiene un sentido: se trata del caballo de Silla Francés, con el que Íñigo López de la Osa Escribano ha competido y ganado en muchas ocasiones. Además, se sitúa a las puertas de Virtus, pero mirando hacia el castillo de Peñafiel, lo que representa un cambio de era, el relevo generacional de Virtus

Sombrero de copa, cinco metros de altura, emblema de la bodega y fiel reflejo de las dos pasiones del propietario de la empresa y de toda la familia. El responsable de esta escultura ecuestre de gran tamaño y envergadura: Eduardo del Fraile.

Eduardo del Fraile, diseñador que pone alma a los objetos

Esta figura es la imagen de Virtus Gran Reserva, que se alzó con el premio a mejor Gran Reserva de Ribera del Duero en los premios Decanter en su añada 2014.

Lo verdaderamente importante es que existe una gran consonancia entre dos mundos y dos pasiones: la viticultura y la equitación.

Un caballo verde con sombrero de copa rojo que ensambla perfectamente con el entorno, ya que se unifica con la arquitectura de la bodega cromáticamente.

Y detrás de toda esa imagen se encuentra el diseñador multidisciplinar Eduardo del Fraile. Un vallisoletano, cuyo concepto va más allá de lo puramente artístico, pues suele establecer una relación extensa con sus clientes, comprometiéndose con proyectos de largo recorrido.

Fundó su estudio hace 20 años en Murcia, pero previamente completó su formación, disfrutando de la Beca Högskolan för Design och Konsthantverk | HDK de Gotemburgo (Suecia). Casualidad o no, el país sueco aparece de nuevo en la historia viva de Bodegas Virtus. 

Este reto ha sido posible gracias a su salto cualitativo y cuantitativo, al comenzar hace 10 años a inmiscuirse en todas las fases de la producción del diseño de un producto. Es lo que él mismo denomina como “producto simbólico”, dar volumen al diseño gráfico. 

Director de arte, es experto en ponerle alma a los objetos, trabajando en los últimos años muy concienciado con el origen de los materiales y su impacto en el medio que nos rodea.

Para Eduardo, “el cultivo de la vid y domar a un caballo, tienen muchas cosas en común”, algo que requiere de la mano del hombre, del cuidado y el respeto, la sensibilidad y los conocimientos en ambos campos. Todo, unido al nuevo elemento, a la imponente escultura, rezuma arte.

Evolución del proyecto

Este caballo de cinco metros de longitud no está solo. A él se suma otro con la mitad de altura que vigila expectante los viñedos de Aldeayuso. Símbolos de una familia que vive por y para sus vinos y los caballos.

Así, ambos conforman un elemento más del paisaje de la Ribera del Duero, que reafirman la apuesta de Íñigo López de la Osa Escribano por continuar el legado que un día comenzó su madre, Paloma Escribano, junto a su otra pasión que le ha llevado a competir por todo el mundo. 

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